Resumen Guber 2004
GUBER, Rosana. 2004. "Cap.4 El trabajo de campo como
instancia reflexiva del conocimiento". En El Salvaje Metropolitano.
Paidos, Buenos Aires. pp.83-97
El trabajo de campo como instancia reflexiva del conocimiento
El trabajo de campo antropológico
se fue definiendo como la presencia directa, generalmente individual y
prolongada, del investigador en el lugar donde se encuentran los
actores/miembros de la unidad sociocultural que desea estudiar.
1. ¿Qué es el "campo"?
El campo de una investigación
es su referente empírico, la porción de lo real que se desea conocer, el mundo
natural y social en el cual se desenvuelven los grupos humanos que lo
construyen.
El campo
no es un espacio geográfico, un recinto que se autodefine desde sus límites naturales
(mar, selva, calles, muros), sino una
decisión del investigador que abarca ámbitos y actores; es continente de la
materia prima, la información que el investigador transforma en material
utilizable para la investigación.
Utilizaremos
"campo" y "referente empírico" indistintamente.
El investigador accede,
pues, a dos dominios diferenciales, aunque indisolublemente unidos: uno es el
de las acciones y las prácticas; otro, el de las nociones y representaciones.
Lo real comprende hechos
pasados y presentes, a los que pueden referirse representaciones y nociones.
Por ejemplo, no sólo comprende la facticidad del movimiento hippie, sino
también las ideas que se expresan al comparar a los jóvenes de antes con los de
ahora.
Lo real abarca asimismo -aun
cuando entren en contradicción prácticas, valores y normas formales- lo que la
gente hace, lo que dice que hace y lo que se supone que debe hacer.
Contradicciones que el
antropólogo no desecha sino que estudia: es bien sabido que el curanderismo
está penado por ley como ejercicio ilegal de la medicina, aun cuando son pocos
los que jamás han recurrido a este sistema médico.
Al considerar que el mundo
social es un mundo preinterpretado por los actores, el investigador necesita
desentrañar los sentidos y relaciones que construyen la objetividad social.
Cuando se dice que se
"recolectan datos", se está diciendo que se releva información sobre hechos que recién en el proceso de
recolección se transforman en datos.
2. Trabajo de campo y reflexividad
El antropólogo pone especial
cuidado en que sus intereses y sus objetivos no diluyan incontroladamente la
realidad social que quiere conocer, ya que pretende que ese conocimiento no sea
ni etno ni sociocéntrico.
El propósito de una
investigación antropológica es doble: por un lado, ampliar y profundizar el
conocimiento teórico, extendiendo su campo explicativo; y por el otro,
comprender la lógica que estructura la vida social y que será la base para dar
nuevo sentido a los conceptos teóricos.
El investigador interpreta
el referente empírico a partir de
prácticas o actividades concretas y de categorías que algunos han definido como
"folk" (Ogbu, 1985: 41;
Spradley, 1979). o como "emi"
(Pike, 1967) y otros simplemente han llamado "sociales" (Rockwell, 1986).
No pierde de vista los
conceptos teóricos (parentesco, plusvalía, lucha de clases, marginalidad,
solidaridad social, función, etc.) en su etapa de campo, sino que aspira a
reconocer de qué modo se especifican y resignifican en lo real concreto.
El objetivo del trabajo de campo
consiste en recabar información y material empírico que permita especificar
problemáticas teóricas, reconstruir la organización y la lógica propias de los
grupos sociales y reformular el propio modelo teórico, a partir de la lógica
reconstruida de lo social.
Estos objetivos no se
concretan en etapas sucesivas sino a lo largo de un solo y mismo proceso. Prácticas
teóricas, de campo y del sentido común se reúnen en un término que define al
trabajo de campo: la reflexividad.
En su cotidianidad, la
reflexividad indica que los individuos son los sujetos de una cultura y un
sistema social: respetan determinadas normas y transgreden otras; se desempeñan
en ciertas áreas de actividad, y estas acciones, aunque socialmente
determinadas, las desarrollan conforme a su decisión y no por una imposición
meramente externa. A partir de la iniciación de la relación de campo, la
reflexividad de cada una de las partes deja de operar independientemente, y
esto ocurre por más que cada uno lleve consigo su propio mundo social y su
condicionamiento histórico.
En un segundo sentido, más
específico, aludimos a la reflexividad desde un enfoque relacional, no ya como
lo que el investigador y el informante realizan en sus respectivos mundos
sociales, sino como las decisiones que toman en el encuentro, en la situación
del trabajo de campo. De modo que, en la situación de campo, el investigador no
es el único estratega, y las técnicas de obtención de información tienen como
eje esta premisa.
La reflexividad en el
trabajo de campo es el proceso de interacción, diferenciación y reciprocidad
entre la reflexividad del sujeto cognoscente -sentido común, teoría, modelo
explicativo de conexiones tendenciales— y la de los actores o sujetos/objetos
de investigación.
En los hechos, la reflexividad
ha quedado limitada a la de los informantes. La reflexividad del investigador
no se ha tomado en cuenta, poniendo de manifiesto una concepción en la cual
ella no desempeñaría ningún papel relevante para el conocimiento.
El trabajo de campo implica
un pasaje de la reflexividad general, válida para todos los individuos en tanto
seres sociales, hacia la reflexividad de aquellos que toman parte en la
situación de trabajo de campo, desde sus roles de investigador o informantes. Este
proceso está íntimamente ligado con el aprendizaje de perspectivas no
sociocéntricas.
El antropólogo y la
población provienen de dos universos de significación, de dos mundos sociales
diferentes.
El investigador se encuentra
con comportamientos y aseveraciones inexplicables que, a los fines de la
exposición, distinguimos en dos órdenes: por una parte, el mundo social y
cultural propio de los sujetos cuya lógica el investigador intenta dilucidar;
por la otra, las reacciones y conductas de la situación de campo propiamente
dicha.
La reflexividad adopta,
sobre todo en esta primera etapa, la forma de la perplejidad. El investigador
no alcanza a dilucidar el sentido de las respuestas que recibe, ni las
reacciones que despierta su presencia; puede sentirse incomprendido en sus
propósitos, o que molesta y frecuentemente no sabe qué decir ni preguntar. Los
informantes, por su parte, desconocen qué desea el investigador al instalarse
en su vecindario, o cuando conversa con su gente, al tiempo que no pueden
remitir a un común universo significativo las preguntas que aquél les formula.
Ante estas perplejidades o,
como las llama Willis (1984), "crisis de comunicación", el
investigador ha hecho varias conjeturas: la más frecuente es creer que lo que
ve es la inmediata respuesta a sus incógnitas, garantizada por la presencia
directa en campo. El subproducto de esta creencia es forzar los datos hacia
modelos clasificatorios y explicativos, realizando traducciones aventuradas: Se
fuerzan los datos, desconociendo los sentidos propios de ese mundo social. Otra
forma de encarar un trabajo de campo unilateral es proyectar las pautas de
sentido común -con cierto trasfondo teórico- del mundo social del investigador,
haciéndolas aparecer bajo el disfraz de teorías consolidadas.
La dificultad de hacer
frente al proceso de conocimiento de una manera no egocentrada reside en que la
diversidad está desafiando el propio sistema de clasificación, significación y
comprensión (y en buena parte el modo de vida) que sustenta el investigador.
En el campo, estos modelos,
que no son sólo teóricos sino también políticos, culturales y sociales, se
confrontan inmediatamente —se advierta o no— con los de los actores.
La forma no sociocéntrica en
que el modelo teórico se hace cargo de los modelos folk consiste en que éstos
no se diluyan ni se vean forzados por aquél. En la instancia del trabajo de
campo, el investigador pone a prueba no sólo sus conceptos teóricos, sino
fundamentalmente sus patrones de pensamiento y de acción más íntimos.
Robert Cresswell diría que
"hay que saber qué se busca, pero hay que buscar más de lo que se
encuentra".
Es necesario encarar, un
control permanente por el cual el investigador reconozca y explicite el origen
de los supuestos, de las inferencias y de los datos.
El investigador está en
constante relación con los sujetos que estudia y, por lo tanto, en permanente
diálogo con ellos. Este diálogo entraña un complejo circuito donde son más
frecuentes las contradicciones, los malentendidos y los contrastes, que los
acuerdos y las revelaciones inmediatas.
Debe quedar claro que es con
esto con lo que se encuentra el investigador que sale al terreno y es a partir
de esto que construye sus descripciones y explicaciones. De ahí que, desde esta
perspectiva, el trabajo de campo aparezca como la instancia mediadora
imprescindible del conocimiento social entre investigador e informantes.
A diferencia de la tesis
empirista, postulamos que el conocimiento de lo real está mediatizado por la
reflexividad del sujeto cognoscente y de los sujetos a conocer en la situación
de encuentro en campo.
Si bien el trabajo de campo
tiene sus códigos y sus principios, su realización no es del todo autónoma:
implica la singularización de relaciones sociales propias del contexto
estudiado, relaciones que encuadran y afectan decisivamente el tono y los
contenidos del vínculo entre investigador e informantes.
El trabajo de campo no es
sólo un medio de obtención de información, sino el momento mismo de producción
de datos y elaboración de conocimientos. Esta premisa que impregna cada técnica
e instancia de la investigación empírica permite asignar al trabajo de campo y
sus vicisitudes un nuevo lugar en el conocimiento: de eventualidades y
anecdotarios pueden rescatarse las huellas del proceso cognitivo y las vías
para su construcción.
3. Estilos de trabajo de campo
La opción por un estilo
determinado resulta de un conjunto de factores, entre ellos: los presupuestos
ideológicos y filosóficos, la concepción metodológica, la naturaleza del
problema a investigar y las características individuales del investigador.
4. Técnicas de campo para un conocimiento no etnocéntrico
Parte de la mitología que
rodea el trabajo de campo de los antropólogos proviene, sin duda, del hecho de
que nadie sabe a ciencia cierta qué hacen realmente.
Aunque muchos antropólogos,
desde importantes corrientes, han sostenido que sólo miraban, escuchaban y
registraban, en realidad lo han hecho desde una activa elaboración no
explícita, teórica y perceptiva.
El empirismo deposita en el
recurso técnico la plena confiabilidad de la información obtenida y, en ella,
la validez de sus conclusiones. Los datos que no encajan, las diferencias entre
lo que la gente dice que hace y lo que hace realmente, entre las pautas
formales y las informales, suelen atribuirse a errores y al subjetivismo. La
consecuencia de esta formulación es que las técnicas se cristalizan en series
de recetas cuyo cumplimiento garantiza una buena réplica de lo real, es decir,
una buena recolección de datos. Pero ¿qué significa "correctamente"
cuando también quedan implicadas características personales en una interacción?
Nuestro abordaje de las
técnicas de campo en antropología pretende incorporarlas a la problemática más
general de esta disciplina: la
explicación de la diversidad social, a través del reconocimiento de la
perspectiva del actor.
La técnica no es una receta
o instrumento neutro o intercambiable, sino que "debe utilizarse como
dispositivo de obtención de información, cuyas cualidades, limitaciones y
distorsiones deben ser controladas metodológica y teóricamente".
Encuadradas en el trabajo de
campo, las técnicas son las herramientas del investigador para acceder a los
sujetos de estudio y su mundo social; dentro de una reflexividad en sentido
específico, las técnicas son una serie de procedimientos, con grado variable de
formalización -y ritualización-, que permiten obtener información en una
situación de encuentro, en el marco de una relación social.
En el trabajo de campo
antropológico las técnicas ayudan a obtener información y, sobre todo, a que
esta información no sea etnocéntrica, a través de un proceso de elaboración
teórica personal, que encuentra en la reflexividad su mejor expresión. El
empleo reflexivo de técnicas antropológicas puede dar lugar al reconocimiento
del mundo del investigador y de los informantes, a la elucidación de los
contenidos de esta relación, al reconocimiento de los supuestos teóricos y de
sentido común que operan en el investigador.
Las técnicas antropológicas
de campo no son recetas, aunque puedan ser formalizadas. Las técnicas
antropológicas de campo no son la aplicación mecánica de un corpus teórico. Es
así como la flexibilidad ha sido una de las características más desconcertantes
y enriquecedoras del trabajo de campo antropológico.
Esto es, se subordinan a la
reflexividad de la relación entre los miembros de la situación de campo.
Presentamos las técnicas no en forma de un manual de lo que hay y no hay que
hacer, decir y preguntar, sino como una serie de criterios para establecer, en
cada investigación y en cada situación, qué hacer, decir y preguntar.
Por su parte, la no
directividad incide en la posibilidad de registrar distintos aspectos de la
vida social (holismo). Para ampliar la mirada es necesario utilizar
rigurosamente técnicas de obtención de información, pero con el margen
suficiente para que el investigador pueda reparar en lo no previsto y, en
general, en la perspectiva del actor.
Entonces, la utilización de
técnicas y el aprovechamiento reflexivo de su flexibilidad son, en sí mismos,
el proceso por el cual el investigador aprende a ampliar la mirada y los
sentidos y a distinguir y categorizar de un modo no etnocéntrico. Por eso las
técnicas antropológicas de campo no se aplican ni de manera homogénea ni más o
menos correctamente. El investigador aprende, entonces, a distinguir su
reflexividad de la de sus informantes, y la reflexividad creada en el seno de
la relación. Ésta es la mediación que le permitirá acceder más profundamente al
mundo social de los actores.
Las técnicas antropológicas
de campo son, entonces, algo más que una serie de actividades; son una
determinada operatoria entre los miembros de la relación de investigación de
campo, que se produce en un ámbito y en un lapso temporal determinado.