Resumen Guber 2001
Guber, Rosana. 2001. "Introducción" y
"Capítulo 1". En La etnografía, método, campo y reflexividad. Grupo
Editorial Norma, Bogotá. Pp.11-40
Introducción
La etnografía, en su triple acepción de enfoque,
método y texto.
Como enfoque la etnografía es una concepción y práctica de conocimiento
que busca comprender los fenómenos sociales desde la perspectiva de sus
miembros (entendidos como “actores”, “agentes” o “sujetos sociales”).
Las Ciencias Sociales observan
tres niveles de comprensión: el nivel primario o “reporte” es lo que se informa que ha ocurrido (el "qué"); la "explicación" o comprensión
secundaria alude a sus causas (el "por
qué"); y la "descripción"
o comprensión terciaria se ocupa de lo que ocurrió para sus agentes (el "cómo es" para ellos). Un
investigador social difícilmente entienda una acción sin comprender los
términos en que la caracterizan sus protagonistas.
Las etnografías no sólo
reportan el objeto empírico de investigación -un pueblo, una cultura, una
sociedad— sino que constituyen la interpretación/descripción sobre lo que el
investigador vio y escuchó.
Son los actores y no el
investigador, los privilegiados para expresar en palabras y en prácticas el
sentido de su vida, su cotidianeidad, sus hechos extraordinarios y su devenir. El
investigador es un sujeto cognoscente que deberá recorrer el arduo camino del
des-conocimiento al re-conocimiento.
Este proceso tiene dos
aspectos. En primer lugar, el investigador parte de una ignorancia metodológica
y se aproxima a la realidad que estudia para conocerla. Cuanto más ponga en
cuestión sus certezas, más dispuesto estará a aprender la realidad en términos
que no sean los propios. En segundo lugar, el investigador se propone
interpretar/describir una cultura para hacerla inteligible ante quienes no
pertenecen a ella.
El investigador social
sólo puede conocer otros mundos a través de su propia exposición a ellos.
Esta exposición tiene dos
caras: los mecanismos o instrumentos que imagina, crea, ensaya y recrea para
entrar en contacto con la población en cuestión y trabajar con ella, y los
distintos sentidos socioculturales que exhibe en su persona. O sea, las
"técnicas" y el "instrumento".
Las técnicas más distintivas son la entrevista no dirigida y la observación
participante; el instrumento es el mismo investigador con sus atributos
socioculturalmente considerados -género, nacionalidad, raza, etc.- en una
relación social de campo.
Es necesidad de los
etnógrafos basar su discurso -oral, escrito, teórico y empírico- en una
instancia empírica específica repleta de rupturas y tropiezos, gaffes y contratiempos, lo que los
antropólogos han bautizado "incidentes reveladores".
El producto de este recorrido, la tercera acepción del término etnografía, es la descripción textual del comportamiento
en una cultura particular, resultante del trabajo de campo. En esta
presentación generalmente monográfica y por escrito (más recientemente, también
visual) el antropólogo intenta
representar, interpretar o traducir una cultura o determinados aspectos de una
cultura para lectores que no están familiarizados con ella. Lo que se juega en
el texto es la relación entre teoría y campo, mediada por los datos
etnográficos.
¿Qué buscamos entonces en
la etnografía? Una dimensión particular del recorrido disciplinario donde es
posible sustituir progresivamente determinados conceptos por otros más
adecuados, abarcativos y universales.
CAPÍTULO 1.
UNA BREVE HISTORIA DEL TRABAJO DE CAMPO ETNOGRÁFICO
Aquí nos ocuparemos de la
tradición antropológica británica y norteamericana que, por su posición
académica dominante, modelara la práctica etnográfica en las demás ciencias
sociales durante el siglo XX.
I - Los prolegómenos
Inglaterra fue el hogar de
los "padres de la antropología".
Establecían leyes de la evolución humana y de la difusión de bienes culturales según los
dos paradigmas dominantes en los estudios del hombre y, también, en las
ciencias naturales. El evolucionismo y el difusionismo diferían en si las culturas humanas respondían a una
distinta velocidad en la evolución (evolucionismo), o al contacto entre los
pueblos (difusionismo), pero no cuestionaban el supuesto de que dichas culturas representaban el pasado de
la humanidad.
Usaban material traído por
los viajeros, y de los cuestionarios sobre modos de vida de los salvajes, que
administraban mediante instituciones particulares y oficiales, imperiales o
federales, los comerciantes, los misioneros y los funcionarios.
La que trascendió a la
historia del trabajo de campo fue la segunda expedición que también dirigió
Haddon, entre 1898 y 1899. En el equipo figuraba W H. R. Rivers, psicólogo,
quien sentó las bases del "método genealógico" el cual permitía
"estudiar problemas abstractos por
medio de hechos concretos". Este método consistía en pautar el relevamiento
de sistemas de parentesco, muy distintos a los occidentales, a través de la
alianza y la filiación (Rivers 1975).
Desde entonces, Haddon
comenzó a bregar por que en futuras misiones participaran observadores
entrenados y antropólogos experimentados.
Así, un período que
comenzó con la clara división entre el experto y el recolector, culminaba con
la reunión de ambos como base del conocimiento in situ y del prestigio
disciplinar.
II. Los héroes culturales
El naturalista alemán
Franz Boas y el polaco Bronislav Malinowski son considerados los fundadores del
moderno trabajo de campo en Gran Bretaña
y los EE.UU. respectivamente.
Boas sostenía la necesidad
de realizar un trabajo intensivo y en profundidad en unas pocas comunidades. Su
objetivo era "producir material etnográfico que muestre cómo piensa, habla
y actúa la gente, en sus propias palabras", recolectando artefactos y
registrando los textos en lengua nativa. Con estos materiales los etnólogos
podrían fundar un campo objetivo de estudio; primero el material en bruto;
luego la teoría.
En la escuela inglesa
instaurada en los 1910-20 por el antropólogo británico A. R. Radcliffe-Brown,
hacer etnografía consistía en realizar "trabajos descriptivos sobre
pueblos analfabetos", en contraposición a la vieja escuela especulativa de
evolucionistas y difusionistas.
La teoría funcionalista
sostenía que las sociedades están integradas en todas sus partes, y que las
prácticas, creencias y nociones de sus miembros guardan alguna
"función" para la totalidad. Esta postura hacía obsoletas la
recolección de datos fuera del contexto de uso, y la descripción de los pueblos
como ejemplares del pasado.
Los protagonistas de esta
"misión civilizatoria" fueron A. R. Radcliffe-Brown, su héroe
teórico, y Bronislav Malinowski, su héroe etnográfico.
En Australia y Melanesia
comenzó sus estudios de campo sobre parentesco aborigen cuando lo sorprendió la Primera Guerra
Mundial.
Debido a su nacionalidad,
Malinowski era técnicamente un enemigo del Reino Unido. Para su resguardo, se sugirió
su permanencia en Oceanía. Este virtual confinamiento se convirtió en el modelo
del trabajo de campo.
El resultado de este
prolongado trabajo fue una serie de detalladas descripciones de la vida de los
melanesios habitantes de los archipiélagos de Nueva Guinea Oriental.
Hizo evidente la
diferencia entre "describir" y "explicar", y los pasos
necesarios para que una descripción no fuera invadida por la teoría y el mundo
cultural del investigador.
La introducción de este
primer volumen se considera aún como la piedra fundacional del método
etnográfico. Malinowski constataba allí que el etnógrafo debe tener propósitos
científicos y conocer la etnografía moderna, vivir entre la gente que estudia,
lejos de los funcionarios coloniales y los blancos, y aplicar una serie de
métodos de recolección de datos, para manipular y fijar la evidencia.
Malinowski identificaba
tres tipos de material, y que debían obtenerse mediante tres métodos:
- Para reconstruir el "esqueleto" de la sociedad -su normativa y aspectos
de su estructura formal- se recurría al método de documentación
estadística por evidencia concreta.
- Para recoger los "imponderables de la
vida cotidiana y el comportamiento típico", el investigador debía
estar cerca de la gente, observar y registrar al detalle las rutinas.
- Para comprender el "punto de vista del
nativo", sus formas de pensar
y de sentir, era necesario aprender la lengua y elaborar un corpus
inscríptionum o documentos de la mentalidad nativa.
Así, la tarea del
antropólogo, a quien se empezaba a denominar "etnógrafo", era una
labor de composición que iba desde los "datos secos" a la recreación
o evocación de la vida indígena.
Sólo el trabajo de campo
sin mediaciones podía garantizar la distinción entre la cultura real y la
cultura ideal, entre lo que la gente hace y lo que la gente dice que hace, y por
consiguiente, entre el campo de las prácticas, y el de los valores y las
normas.
El lugar de la vida
diaria, al que daban entrada los imponderables, era un punto cardinal que lo
diferenciaba de Boas y de
Radcliffe-Brown.
Malinowski fue el primero
en bajar de la baranda del funcionario, y salir del gabinete académico o
administrativo, para aprender la racionalidad indígena desde la vida diaria.
Otro gran aporte fue
mostrar la integración de los datos en el trabajo final, la etnografía.
Malinowski proponía un
conocimiento holístico (global, totalizador) de la cultura de un pueblo, pero
desde un aspecto o conjunto de prácticas, normas y valores significativos para
los aborígenes.
El principal aporte de
Malinowski fue, entonces, no tanto la validez de su teoría funcional de la
cultura (1944), sino la permanencia de la teoría de la reciprocidad que no
perteneció íntegramente a Malinowski sino a su encuentro con los nativos.
La estadía prolongada y la
interacción directa cara-a-cara con los miembros de una "cultura", se transformó en la
experiencia más totalizadora y distintiva de los antropólogos, el lugar de la
producción de su saber, y el medio de legitimarlo. Su propósito era suministrar
una visión contextualizada de los datos culturales en la vida social tal como
era vivida por los nativos.
III. La etnografía antropológica y sociológica en los EE.UU.
Margaret Mead hizo su
trabajo de campo fuera del territorio continental norteamericano, en Samoa,
Polinesia. Criticaba a sus colegas norteamericanos por recolectar sólo textos
de boca de algunos informantes individuales o "clave", en vez de
registrar el flujo de la vida diaria (Wax 1971). En su obra más difundida,
Comíng of Age in Samoa (1928), sobre la adolescencia, se basó efectivamente en
el trabajo de campo intensivo y cara-a-cara al estilo malinowskiano.
Pero en los EE.UU. el
trabajo de campo etnográfico se desarrolló fuertemente en el departamento de
sociología de la
Universidad de Chicago, en 1930. Park entendía que para
estudiar una gran ciudad como Chicago se debía emplear la misma metodología de
los antropólogos con los indios norteamericanos ya que, según él, las ciudades
eran una suma de fronteras entre grupos humanos diversos.
Los estudios de las
ciudades se centraron en grupos caracterizados por la marginalidad económica,
política, cultural y jurídica: los "sin techo", las bandas
callejeras, los delincuentes, las bailarinas y las prostitutas, los
homosexuales, los delincuentes y los drogadictos, además de las minorías
étnicas e inmigratorias (Whyte 1943/1993). A las habituales técnicas de campo
etnográlicas, los sociólogos y antropólogos incorporaron técnicas de otras disciplinas como los tests proyectivos,
las encuestas, la evidencia etnohistórica y los cálculos demográficos.
La otra gran área fueron
los estudios de comunidad y campesinado de las escuelas antropológicas de
Chicago y Harvard. En Chiapas, México, Robert Redfield y Egon Vogt desplegaron
su batería etnográfica en poblados de pequeña escala durante largos periodos
(Foster 1979).
Los estudiosos de
comunidad y de sociología urbana
debieron convertir métodos nacidos del estudio de poblaciones pequeñas para
aplicarlos a sociedades estratificadas
de millones de habitantes.
IV. El exotismo de la natividad
Antes de 1960 el trabajo
de campo estaba centrado en la tensión de proximidad-distancia entre el etnógrafo
y los nativos.
El diario de Malinowski en 1967 relativizaba la posición
ideal del etnógrafo, su respeto aséptico por otras culturas, el aislamiento
efectivo con otros blancos y el espíritu puramente científico que guiaba los
pensamientos del investigador. Movilizó la publicación de otras biografías que,
incluyendo o no diarios y notas, se volcaron a desmitificar el trabajo de campo
de investigadores asexuados, invisibles y omnipresentes. Se reconocía al
etnógrafo como un ser sociocultural con un saber históricamente situado. El
primer objetivo de esta desmitificación fue la "natividad" del
etnógrafo.
Con la encrucijada
histórica de las revoluciones nacionales "hacer antropología" en la
propia sociedad se volvió una posibilidad.
Quienes auspiciaban la
investigación en la propia sociedad afirmaban que una cosa es conocer una
cultura, y otra haberla vivido (Uchendu en Aguilar 1981:20); que el shock
cultural es un obstáculo innecesario, y además una metáfora inadecuada que
reemplaza con una desorientación artificial y pasajera lo que debiera ser un estado de desorientación crónica y metódica
(D. Nash en Aguilar
1981:17).
Como principal instrumento
de investigación y término implícito de comparación intercultural, el etnógrafo
es, además de un ente académico, miembro de una sociedad y portador de cierto
sentido común.
En suma, esta historia
muestra que si bien el trabajo de campo se mantuvo fiel a sus premisas
iniciales, los etnógrafos fueron reconceptualizando su práctica, dándole nuevos valores a la
relación de campo. En términos del antropólogo brasileño Roberto da Matta, la
tarea de familiarizarse con lo exótico
se revirtió en exotizar lo familiar.
En este proceso el principal beneficiario fue el mismo investigador.
necesito resumen del cap 3. no tenes
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