Nuevos apuntes de Silvina, de Fundamentos de Antropología y Fundamentos de Filosofía.
Se pueden encontrar las actualizaciones en la sección Apuntes de Silvina.
Acá comparto los apuntes de Silvina, de la comisión de la noche, de las cátedras de Fundamentos de Antropología y Fundamentos de Filosofía y Epistemología, tomados hasta el día 23 de Mayo. Se pueden encontrar las actualizaciones en la sección Apuntes, de Silvina.
Acá comparto mis apuntes de la cátedra de Fundamentos de Antropología tomados hasta el día 24 de Mayo. Se pueden encontrar las actualizaciones en la sección Apuntes.
De la cátedra Fundamentos de Antropología, conseguidos hasta el 23 de Mayo. Noten que están indicados como E-books los archivos en PDF que he formateado para una fácil lectura en pantalla. Todo este material se va actualizando en la sección Materiales.
De la cátedra Fundamentos de Filosofía y Epistemología, conseguidos hasta el 23 de Mayo. Noten que están indicados como E-books los archivos en PDF que he formateado para una fácil lectura en pantalla. Todo este material se va actualizando en la sección Materiales.
Acá comparto mis apuntes de la cátedra de Fundamentos de Filosofía y Epistemología tomados hasta el día 23 de Mayo. Se pueden encontrar las actualizaciones en la sección Apuntes.
Para alivianar un poco la lectura antes del segundo parcial de HSG, pero sin alejarse demasiado de la temática, un retrato de la sociedad en los comienzos de la Revolución Industrial de la mano de Charles Dickens.
Como la idea es dejar de leer un rato, acá una adaptación en video de la obra. Está en Youtube dividido en 10 partes.
"Tiempos difíciles" ha sido a menudo presentada como la más social de las obras de Dickens, dado que en ella se retrata más que en ninguna otra la vida proletaria y las relaciones de obreros y patronos.
Aunque el verdadero objeto de "Tiempos difíciles", su eje narrativo, no es otro, en realidad, que la crítica al pensamiento utilitarista que tanto preocupaba a Dickens, la educación basada en criterios positivistas y en el mero conocimiento estadístico, cuya semilla llevará a los diversos personajes de la novela, por diferentes caminos, a la desgracia. «Lo que yo quiero son Hechos. A estos chicos y chicas no hay que enseñarles nada más que Hechos. Lo único necesario en la vida son Hechos», comenzará diciendo, lapidaria y contundentemente, Thomas Gradgrind, el severo y «eminentemente práctico» profesor de la ciudad industrial de Coketown, «un hombre de realidades» cuyo máximo ideal educativo es el frío y vacío conocimiento que puede ser expresado por ecuaciones.
Y, finalmente, la ironía: esa brillante ironía de Dickens, que nos hace sonreír sinceramente al leer sus libros, pero pensar también al mismo tiempo, no sin amargura, si el feliz optimismo que desbordan sus historias, ejemplo de la caridad cristiana en la que el autor creyó firmemente, no sería, en el fondo, el último refugio de una alma extremadamente sensible ante la crudeza de su tiempo.
Si lo quieren leer, pueden hacerlo en http://www.medellin.edu.co/sites/Educativo/repositorio%20de%20recursos/Dickens_Charles-Tiempos%20Dificiles.pdf
Cómic editado en el año 1985, con la iconografía típica bolchevique de 1947, explicando cómo se desarrolló la revolución entre febrero y octubre de 1917.
Título original en ruso: RUSSKAIA REVOLIUTSIA 1917 GODA: KAK ETO BILO?
Gracias a Dario por la digitalización y la posibilidad de compartirlo.
La Revolución francesa fue un conflicto social y político, con diversos periodos de violencia, que convulsionó Francia y, por extensión de sus implicaciones, a otras naciones de Europa que enfrentaban a partidarios y opositores del sistema conocido como el Antiguo Régimen. Se inició con la autoproclamación del Tercer Estado como Asamblea Nacional en 1789 y finalizó con el golpe de estado de Napoleón Bonaparte en 1799.
Si bien la organización política de Francia osciló entre república, imperio y monarquía constitucional durante 71 años después de que la Primera República cayera tras el golpe de Estado de Napoleón Bonaparte, lo cierto es que la revolución marcó el final definitivo del absolutismo y dio a luz a un nuevo régimen donde la burguesía,
y en algunas ocasiones las masas populares, se convirtieron en la
fuerza política dominante en el país. La revolución socavó las bases del
sistema monárquico como tal, más allá de sus estertores, en la medida
en que lo derrocó con un discurso capaz de volverlo ilegítimo.
En términos generales fueron varios los factores que influyeron en la
Revolución: un régimen monárquico que sucumbiría ante su propia rigidez
en el contexto de un mundo cambiante; el surgimiento de una clase burguesa
que nació siglos atrás y que había alcanzado un gran poder en el
terreno económico y que ahora empezaba a propugnar el político; el
descontento de las clases populares; la expansión de las nuevas ideas
ilustradas; la crisis económica que imperó en Francia tras las malas
cosechas agrícolas y los graves problemas hacendísticos causados por el
apoyo militar a la Guerra de Independencia de los Estados Unidos.
Esta intervención militar se convertiría en arma de doble filo, pues,
pese a ganar Francia la guerra contra Gran Bretaña y resarcirse así de
la anterior derrota en la Guerra de los Siete Años,
la hacienda quedó en bancarrota y con una importante deuda externa. Los
problemas fiscales de la monarquía, junto al ejemplo de democracia del nuevo Estado emancipado precipitaron los acontecimientos.
Desde el punto de vista político, fueron fundamentales ideas tales como las expuestas por Voltaire, Rousseau o Montesquieu (como por ejemplo, los conceptos de libertad política, de fraternidad y de igualdad, o de rechazo a una sociedad dividida, o las nuevas teorías políticas sobre la separación de poderes del Estado). Todo ello fue rompiendo el prestigio de las instituciones del Antiguo Régimen, ayudando a su desplome.
Desde el punto de vista económico, la inmanejable deuda del Estado fue exacerbada por un sistema de extrema desigualdad social y de altos impuestos que los estamentos privilegiados, nobleza y clero
no tenían obligación de pagar, pero que sí oprimía al resto de la
sociedad. Hubo un aumento de los gastos del Estado simultáneo a un
descenso de la producción agraria de terratenientes y campesinos, lo que
produjo una grave escasez de alimentos en los meses precedentes a la
Revolución. Las tensiones, tanto sociales como políticas, mucho tiempo
contenidas, se desataron en una gran crisis económica a consecuencia de
los dos hechos puntuales señalados: la colaboración interesada de
Francia con la causa de la independencia estadounidense (que ocasionó un
gigantesco déficit fiscal) y el aumento de los precios agrícolas.
El conjunto de la población mostraba un resentimiento generalizado
dirigido hacia los privilegios de los nobles y del alto clero, que
mantenían su dominio sobre la vida pública impidiendo que accediera a
ella una pujante clase profesional y comerciante. El ejemplo del proceso
revolucionario estadounidense abrió los horizontes de cambio político
entre otros.
Los Estados Generales
estaban formados por los representantes de cada estamento. Estos
estaban separados a la hora de deliberar, y tenían sólo un voto por
estamento. La convocatoria de 1789 fue un motivo de preocupación para la
oposición, por cuanto existía la creencia de que no era otra cosa que
un intento, por parte de la monarquía, de manipular la asamblea a su antojo. La cuestión que se planteaba era importante. Estaba en juego la idea de soberanía nacional, es decir, admitir que el conjunto de los diputados de los Estados Generales representaba la voluntad de la nación.
El tercer impacto de los Estados Generales fue de gran tumulto
político, particularmente por la determinación del sistema de votación.
El Parlamento de París propuso que se mantuviera el sistema de votación
que se había usado en 1614,
si bien los magistrados no estaban muy seguros acerca de cuál había
sido en realidad tal sistema. Sí se sabía, en cambio, que en dicha
asamblea habían estado representados (con el mismo número de miembros)
la nobleza (Primer Estado), el clero (Segundo Estado) y la burguesía (Tercer Estado). Inmediatamente, un grupo de liberales parisinos denominado «Comité de los Treinta»,
compuesto principalmente por gente de la nobleza, comenzó a protestar y
agitar, reclamando que se duplicara el número de asambleístas con
derecho a voto del Tercer Estado (es decir, los «Comunes»). El gobierno
aceptó esta propuesta, pero dejó a la Asamblea la labor de determinar el
derecho de voto. Este cabo suelto creó gran tumulto.
El rey y una parte de la nobleza no aceptaron la situación. Los
miembros del Tercer Estamento se autoproclamaron Asamblea Nacional, y se
comprometieron a escribir una Constitución. Sectores de la aristocracia
confiaban en que estos Estados Generales pudieran servir para recuperar
parte del poder perdido, pero el contexto social ya no era el mismo que
en 1614. Ahora existía una élite burguesa
que tenía una serie de reivindicaciones e intereses que chocaban
frontalmente con los de la nobleza (y también con los del pueblo, cosa
que se demostraría en los años siguientes).
Cuando finalmente los Estados Generales de Francia se reunieron en Versalles el 5 de mayo de 1789 y se originaron las disputas respecto al tema de las votaciones, los miembros del Tercer Estado debieron verificar sus propias credenciales, comenzando a hacerlo el 28 de mayo y finalizando el 17 de junio, cuando los miembros del Tercer Estado se declararon como únicos integrantes de la Asamblea Nacional: ésta no representaría a las clases pudientes sino al pueblo en sí. La primera medida de la Asamblea fue votar la «Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano».
Si bien invitaron a los miembros del Primer y Segundo Estado a
participar en esta asamblea, dejaron en claro sus intenciones de
proceder incluso sin esta participación.
La monarquía,
opuesta a la Asamblea, cerró las salas donde ésta se estaba reuniendo.
Los asambleístas se mudaron a un edificio cercano, donde la aristocracia
acostumbraba a jugar el juego de la pelota, conocido como Jeu de paume. Allí es donde procedieron con lo que se conoce como el «Juramento del Juego de la Pelota» el 20 de junio de 1789, prometiendo no separarse hasta tanto dieran a Francia una nueva constitución. La mayoría de los representantes del bajo clero se unieron a la Asamblea, al igual que 47 miembros de la nobleza. Ya el 27 de junio,
los representantes de la monarquía se dieron por vencidos, y por esa
fecha el Rey mandó reunir grandes contingentes de tropas militares que
comenzaron a llegar a París y Versalles. Los mensajes de apoyo a la Asamblea llovieron desde París y otras ciudades. El 9 de julio la Asamblea se nombró a sí misma «Asamblea Nacional Constituyente».
El 11 de julio de 1789, el rey Luis XVI, actuando bajo la influencia de los nobles conservadores al igual que la de su hermano, el Conde D'Artois, despidió al ministro Necker y ordenó la reconstrucción del Ministerio de Finanzas. Gran parte del pueblo de París
interpretó esta medida como un auto-golpe de la realeza, y se lanzó a
la calle en abierta rebelión. Algunos de los militares se mantuvieron
neutrales, pero otros se unieron al pueblo.
El 14 de julio
el pueblo de París respaldó en las calles a sus representantes y, ante
el temor de que las tropas reales los detuvieran, asaltaron la fortaleza de la Bastilla,
símbolo del absolutismo monárquico, pero también punto estratégico del
plan de represión de Luis XVI, pues sus cañones apuntaban a los barrios
obreros. Tras cuatro horas de combate, los insurgentes tomaron la
prisión, matando a su gobernador, el Marqués Bernard de Launay.
Si bien sólo cuatro presos fueron liberados, la Bastilla se convirtió
en un potente símbolo de todo lo que resultaba despreciable en el
Antiguo Régimen. Retornando al Ayuntamiento, la multitud acusó al alcalde Jacques de Flesselles de traición, quien recibió un balazo que lo mató. Su cabeza fue cortada y exhibida en la ciudad clavada en una pica,
naciendo desde entonces la costumbre de pasear en una pica las cabezas
de los decapitados, lo que se volvió muy común durante la Revolución.
La Revolución se fue extendiendo por ciudades y pueblos, creándose nuevos ayuntamientos que no reconocían otra autoridad que la Asamblea Nacional Constituyente.
La insurrección motivada por el descontento popular siguió
extendiéndose por toda Francia. En las áreas rurales, para protestar
contra los privilegios señoriales, se llevaron a cabo actos de quema de títulos sobre servidumbres, derechos feudales y propiedad de tierras, y varios castillos y palacios fueron atacados. Esta insurrección agraria se conoce como La Grande Peur (el Gran Miedo).
La noche del 4 de agosto de 1789,
la Asamblea Constituyente, actuando detrás de los nuevos
acontecimientos, suprimió el 4 de agosto de 1789 por ley las
servidumbres personales (abolición del feudalismo), los diezmos
y las justicias señoriales, instaurando la igualdad ante el impuesto,
ante penas y en el acceso a cargos públicos. En cuestión de horas, los
nobles y el clero perdieron sus privilegios. El curso de los
acontecimientos estaba ya marcado, si bien la implantación del nuevo
modelo no se hizo efectiva hasta 1793. El rey, junto con sus seguidores
militares, retrocedió al menos por el momento. Lafayette tomó el mando de la Guardia Nacional de París y Jean-Sylvain Bailly, presidente de la Asamblea Nacional Constituyente, fue nombrado nuevo alcalde de París. El rey visitó París el 27 de julio y aceptó la escarapela tricolor.
Sin embargo, después de estos actos de violencia, los nobles, no muy
seguros del rumbo que tomaría la reconciliación temporal entre el rey y
el pueblo, comenzaron a salir del país, algunos con la intención de
fomentar una guerra civil en Francia y de llevar a las naciones europeas
a respaldar al rey. Éstos fueron conocidos como los émigrés («emigrados»).
Pérdida de poder de la Iglesia
La revolución se enfrentó duramente con la Iglesia católica que pasó a depender del Estado. En 1790
se eliminó la autoridad de la Iglesia de imponer impuestos sobre las
cosechas, se eliminaron también los privilegios del clero y se
confiscaron sus bienes. Bajo el Antiguo Régimen la Iglesia era el mayor terrateniente
del país. Más tarde se promulgó una legislación que convirtió al clero
en empleados del Estado. Estos fueron unos años de dura represión para
el clero, siendo comunes la prisión y masacre de sacerdotes en toda Francia. El Concordato de 1801
entre la Asamblea y la Iglesia finalizó este proceso y establecieron
normas de convivencia que se mantuvieron vigentes hasta el 11 de diciembre de 1905, cuando la Tercera República sentenció la separación definitiva entre la Iglesia y el Estado. El viejo calendario gregoriano, propio de la religión católica fue anulado por Billaud-Varenne, en favor de un «calendario republicano» y una nueva era que establecía como primer día el 22 de septiembre de 1792.
Composición de la Asamblea
Honore Gabriel Victor Riqueti, Conde de Mirabeau (1749–1791).
En una Asamblea
que se quería plural y cuyo propósito era la redacción de una
constitución democrática, los 1.200 constituyentes representaban las
diversas tendencias políticas del momento.
La derecha representaba a las antiguas clases privilegiadas. Sus oradores más brillantes eran el aristócrata Cazalès, en representación de la nobleza, y el abad Jean-Sifrein Maury,
en representación del alto clero. Se oponían sistemáticamente a todo
tipo de reformas y buscaban más sembrar la discordia que proponer
medidas.1
En torno al antiguo ministro Jacques Necker se constituyó un partido moderado, poco numeroso, que abogaba por el establecimiento de un régimen parecido al británico: Jean Mounier, el Conde de Lally-Tollendal, el Conde de Clermont-Tonnerre y el Conde de Vyrieu, formaron un grupo denominado «Demócratas Realistas»[cita requerida]. Se les llamó más tarde "partido monárquico".1
El resto (y mayoría) de la Asamblea conformaba lo que se llamaba el
partido de la nación. En él se dibujaban dos grandes tendencias sin que
ninguna tuviera homogeneidad ideológica. Mirabeau, Lafayette y Bailly representaban la alta burguesía, mientras que el triunvirato compuesto por Barnave, Duport y Lameth encabezaba los que defendían las clases más populares; los tres procedían del Club Breton
y eran portavoces de las sociedades populares y de los clubes.
Representaban la franja más izquierdista de la Asamblea, dado que aún no
se manifestaban los grupos radicales que iban a aparecer más adelante.1
La Asamblea Nacional Constituyente no era sólo un órgano legislativo sino la encargada de redactar una nueva Constitución. Algunos, como Necker, favorecían la creación de una asamblea bicameral en donde el senado
sería escogido por la Corona entre los miembros propuestos por el
pueblo. Los nobles, por su parte, favorecían un senado compuesto por
miembros de la nobleza
elegidos por los propios nobles. Prevaleció, sin embargo, la tesis
liberal de que la Asamblea tendría una sola cámara, quedando el rey sólo
con el poder de veto, pudiendo posponer la ejecución de una ley, pero
no su total eliminación.
El movimiento de los monárquicos para bloquear este sistema fue desmontado por el pueblo de París, compuesto fundamentalmente por mujeres (llamadas despectivamente «Las Furias»), que marcharon el 5 de octubre de 1789 sobre Versalles. Tras varios incidentes, el rey y su familia se vieron obligados a abandonar Versalles y se trasladaron al Palacio de las Tullerías en París.
Los electores habían escogido a los miembros de los Estados Generales
por un periodo de un año, pero de acuerdo al Juramento del Jeu de paume, los miembros del Tercer Estado, también llamados los «comunes», acordaron no abandonar la Asamblea en tanto no se hubiera elaborado una Constitución.
Durante 1790
se produjeron movimientos anti-revolucionarios, pero sin éxito. En este
periodo se intensificó la influencia de los «clubes» políticos entre
los que destacaban los Jacobinos y los Cordeliers. En agosto de 1790 existían 152 clubes jacobinos.
A principios de 1791, la Asamblea consideró introducir una legislación contra los franceses que emigraron durante la Revolución (émigrés).
Se pretendía coartar la libertad de salir del país para fomentar desde
el extranjero la creación de ejércitos contrarrevolucionarios, y evitar
la fuga de capitales. Mirabeau se opuso rotundamente a esto. Sin embargo, el 2 de marzo de 1791 Mirabeau fallece, y la Asamblea adopta esta draconiana medida.
El 20 de junio de 1791, Luis XVI, opuesto al curso que iba tomando la Revolución, huyó junto con su familia de las Tullerías. Sin embargo, al día siguiente cometió la imprudencia de dejarse ver, fue arrestado en Varennes
por un oficial del pueblo y devuelto a París escoltado por la guardia. A
su regreso a París el pueblo se mantuvo en silencio, y tanto él como su
esposa, María Antonieta, sus dos hijos (María Teresa y Luis-Carlos, futuro Luis XVII) y su hermana (Madame Elizabeth) permanecieron bajo custodia.
Últimos días de la Asamblea Constituyente
El 3 de septiembre de 1791,
fue aprobada la primera Constitución de la historia de Francia. Una
nueva organización judicial dio características temporales a todos los
magistrados y total independencia de la Corona. Al rey sólo le quedó el poder ejecutivo y el derecho de vetar
las leyes aprobadas por la Asamblea Legislativa. La asamblea, por su
parte, eliminó todas las barreras comerciales y suprimió las antiguas
corporaciones mercantiles y los gremios; en adelante, los individuos que quisieran desarrollar prácticas comerciales necesitarían una licencia, y se abolió[cita requerida] el derecho a la huelga.
Aun cuando existía una fuerte corriente política que favorecía la monarquía constitucional, al final venció la tesis de mantener al rey como una figura decorativa. Jacques Pierre Brissot introdujo una petición insistiendo en que, a los ojos del pueblo, Luis XVI había sido depuesto por el hecho de su huida. Una inmensa multitud se congregó en el Campo de Marte para firmar dicha petición. Georges Danton y Camille Desmoulins pronunciaron discursos exaltados. La Asamblea pidió a las autoridades municipales guardar el orden. Bajo el mando de La Fayette,
la Guardia Nacional se enfrentó a la multitud. Al principio, tras
recibir una oleada de piedras, los soldados respondieron disparando al
aire; dado que la multitud no cedía, Lafayette ordenó disparar a los
manifestantes, ocasionando más de 50 muertos.
Tras esta masacre, las autoridades cerraron varios clubes políticos, así como varios periódicos radicales como el que editaba Jean-Paul Marat. Danton se fugó a Inglaterra y Desmoulins y Marat permanecieron escondidos.
Mientras tanto, la Asamblea había redactado la Constitución y el rey
había sido mantenido, aceptándola. El rey pronunció un discurso ante la
Asamblea, que fue acogido con un fuerte aplauso. La Asamblea
Constituyente cesó en sus funciones el 29 de septiembre de 1791.
Bajo la Constitución de 1791, Francia funcionaría como una monarquía
constitucional. El rey tenía que compartir su poder con la Asamblea,
pero todavía mantenía el poder de veto y la potestad de elegir a sus
ministros.
La Asamblea Legislativa se reunió por primera vez el 1 de octubre de 1791, degenerando en un caos un año después. La componían 264 diputados situados a la derecha: feuillants (dirigidos por Barnave, Duport y Lameth), y girondinos,
portavoces republicanos de la gran burguesía. En el centro figuraban
345 diputados independientes, carentes de programa político definido. A
la izquierda 136 diputados inscritos en el club de los jacobinos o en el de los cordeliers, que representaban al pueblo llano parisino a través de sus periódicos L´Ami du Peuple y Le Père Duchesne,
y con Marat y Hebert como portavoces. Pese a su importancia social y el
apoyo popular y de la pequeña burguesía, en la Asamblea era escasa la
influencia de la izquierda, pues la Asamblea estaba dominada por las
ideas políticas que representaban los girondinos. Mientras los jacobinos
tienen detrás a la gran masa de la pequeña burguesía, los cordeliers cuentan con el apoyo del pueblo llano, a través de las secciones parisienses.
Este gran número de diputados se reunían en los clubes, germen de los
partidos políticos. El más célebre de entre éstos fue el partido de los
jacobinos, dominado por Robespierre. A la izquierda de este partido se encontraban los cordeleros, quienes defendían el sufragio universal masculino (derecho de todos los hombres al voto a partir de una determinada edad). Los cordeliers querían la eliminación de la monarquía e instauración de la república. Estaban dirigidos por Jean-Paul Marat y Georges Danton, representando siempre al pueblo más humilde. El grupo de ideas más moderadas era el de los girondinos, que defendían el sufragio censitario
y propugnaban una monarquía constitucional descentralizada. También se
encontraban aquellos que formaban parte de «el Pantano», o «el Llano»,
como eran llamados aquellos que no tenían un voto propio, y que se iban
por las proposiciones que más les convenían, ya vinieran de los jacobinos o de los girondinos.
En los primeros meses de funcionamiento de la Asamblea, el rey había vetado una ley que amenazaba con la condena a muerte a los émigrés,
y otra que exigía al clero prestar juramento de lealtad al Estado.
Desacuerdos de este tipo fueron los que llevaron más adelante a la
crisis constitucional.
La guerra contra Francia
Mientras tanto, dos potencias absolutistas europeas, Austria y Prusia,
se dispusieron a invadir la Francia revolucionaria, lo que hizo que el
pueblo francés se convirtiera en un ejército nacional, dispuesto a
defender y a difundir el nuevo orden revolucionario por toda Europa. Durante la guerra, la libertad de expresión
permitió que el pueblo manifestase su hostilidad hacia la reina María
Antonieta (llamada «la Austriaca» por ser hija de un emperador de aquel
país y «Madame Déficit» por el gasto que había representado al Estado,
que no era mayor que la mayoría de los cortesanos) y contra Luis XVI,
que casi siempre se negaba a firmar leyes propuestas por la Asamblea
Legislativa.
La «segunda Revolución»: Primera República francesa
El 10 de agosto de 1792, las masas asaltaron el Palacio de las Tullerías,
y la Asamblea Legislativa suspendió las funciones constitucionales del
rey. La Asamblea acabó convocando elecciones con el objetivo de
configurar (por sufragio universal) un nuevo parlamento que recibiría el
nombre de Convención. Aumentaba la tensión política y social en
Francia, así como la amenaza militar de las potencias europeas. El
conflicto se planteaba así entre una monarquía constitucional francesa
en camino de convertirse en una democracia republicana, y las monarquías
europeas absolutas. El nuevo parlamento elegido ese año abolió la monarquía y proclamó la República. Creó también un nuevo calendario, según el cual el año 1792 se convertiría en el año 1 de su nueva era.
El gobierno pasó a depender de la Comuna insurreccional. Cuando la
Comuna envió grupos de sicarios a las prisiones, asesinaron a 1.400
víctimas, y pidió a otras ciudades de Francia que hicieran lo mismo, la
Asamblea no opuso resistencia. Esta situación persistió hasta el 20 de septiembre
de 1792, en que se creó un nuevo cuerpo legislativo denominado
Convención, que de hecho se convirtió en el nuevo gobierno de Francia.
El poder legislativo de la nueva República estuvo a cargo de la Convención, mientras que el poder ejecutivo recayó sobre el Comité de Salvación Nacional.
En el Manifiesto de Brunswick, los Ejércitos Imperiales y de Prusia amenazaron con invadir Francia si la población se resistía al restablecimiento de la monarquía. Esto ocasionó que Luis XVI fuera visto como conspirador con los enemigos de Francia. El 17 de enero de 1793,
la Convención condenó al rey a muerte por una pequeña mayoría,
acusándolo de «conspiración contra la libertad pública y la seguridad
general del Estado». El 21 de enero el rey fue ejecutado, lo cual encendió nuevamente la mecha de la guerra con otros países europeos. La reina María Antonieta, nacida en Austria y hermana del Emperador, fue ejecutada el 16 de octubre
del mismo año, iniciándose así una revolución en Austria para sustituir
a la reina. Esto provocó la ruptura de toda relación entre ambos
países.
La guillotina,
que fue el instrumento de ejecución de entre 35.000 a 40.000 personas
durante la época del terror. Aquí, guillotina alemana empleada en Baden-Wurtemberg en el siglo XIX.
9 de Thermidor, la caída de Robespierre.
El mismo día en el que se reunía la Convención (20 de septiembre de 1792), todas las tropas francesas (formadas por tenderos, artesanos y campesinos de toda Francia) derrotaron por primera vez a un ejércitoprusiano en Valmy, lo cual señalaba el inicio de las llamadas Guerras Revolucionarias Francesas.
Sin embargo, la situación económica seguía empeorando, lo cual dio origen a revueltas de las clases más pobres. Los llamados sans-culottes
expresaban su descontento por el hecho de que la Revolución francesa no
sólo no estaba satisfaciendo los intereses de las clases bajas sino que
incluso algunas medidas liberales causaban un enorme perjuicio a éstas
(libertad de precios, libertad de contratación, Ley Le Chapelier, etc.).
Al mismo tiempo se comenzaron a gestar luchas antirrevolucionarias en
diversas regiones de Francia. En la Vandea,
un levantamiento popular fue especialmente significativo: campesinos y
aldeanos se alzaron por el rey y las tradiciones católicas, provocando
la llamada Guerra de Vandea, reprimida tan cruentamente por las autoridades revolucionarias parisinas que se ha llegado a calificar de genocidio. Por otra parte, la guerra exterior amenazaba con destruir la Revolución y la República. Todo ello motivó la trama de un golpe de estado por parte de los jacobinos, quienes buscaron el favor popular en contra de los girondinos. La alianza de los jacobinos con los sans-culottes se convirtió de hecho en el centro del gobierno.
Los jacobinos llevarían en su política algunas de las
reivindicaciones de los sans-culottes y las clases bajas, pero no todas
sus reivindicaciones serían aceptadas, y jamás se cuestionó la propiedad privada. Los jacobinos no pusieron nunca en duda el orden liberal, pero sí llevaron a cabo una democratización del mismo, pese a la represión que desataron contra los opositores políticos (tanto conservadores como radicales).
Se redactó en 1793
una nueva Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano, y una
nueva constitución de tipo democrático que reconocía el sufragio universal. El Comité de Salvación Pública cayó bajo el mando de Maximilien Robespierre y los jacobinos desataron lo que se denominó el Reinado del Terror (1793–1794). No menos de 10.000 personas fueron guillotinadas
ante acusaciones de actividades contrarrevolucionarias. La menor
sospecha de dichas actividades podía hacer recaer sobre una persona
acusaciones que eventualmente la llevarían a la guillotina. El cálculo
total de víctimas varía, pero se cree que pudieron ser hasta 40.000 los
que fueron víctimas del Terror.
En 1794, Robespierre[cita requerida] procedió a ejecutar a ultrarradicales y a jacobinos moderados. Su popularidad, sin embargo, comenzó a erosionarse. El 27 de julio de 1794, ocurrió otra revuelta popular[cita requerida]
contra Robespierre, apoyada por los moderados que veían peligroso el
trayecto de la Revolución, cada vez más exaltada. El pueblo, por otro
lado, se rebela contra la condición burguesa de Robespierre que
revolucionario antes, ahora persigue a Verlet, Leclerc y Roux[cita requerida].
Los miembros de la Convención lograron convencer al «Pantano», y
derrocar y ejecutar a Robespierre junto con otros líderes del Comité de
Salvación Pública.
La Convención aprobó una nueva Constitución el 17 de agosto de 1795, ratificada el 26 de septiembre en un plebiscito. La nueva Constitución, llamada Constitución del Año III, confería el poder ejecutivo a un Directorio,
formado por cinco miembros llamados directores. El poder legislativo
sería ejercido por una asamblea bicameral, compuesta por el Consejo de
Ancianos (250 miembros) y el Consejo de los Quinientos. Esta
Constitución suprimió el sufragio universal masculino y restableció el sufragio censitario.
La Constitución del Año VIII, redactada por Pierre Daunou y promulgada el 25 de diciembre de 1799,
estableció un régimen autoritario que concentraba el poder en manos de
Napoleón Bonaparte, para supuestamente salvar la república de una
posible restauración monárquica. Contrariamente a las Constituciones
anteriores, no incluía ninguna declaración sobre los derechos
fundamentales de los ciudadanos. El poder ejecutivo recaía en tres
cónsules: el primer cónsul, designado por la misma Constitución, era
Napoleón Bonaparte, y los otros dos sólo tenían un poder consultivo. En 1802, Napoleón impuso la aprobación de un senadoconsulto que lo convirtió en cónsul vitalicio, con derecho a designar su sucesor.
El cargo de cónsules lo ostentaron Napoleón Bonaparte, Sieyès y Ducos temporalmente hasta el 12 de diciembre de 1799. Posteriormente, Sieyés y Ducos fueron reemplazados por Jean Jacques Régis de Cambacérès y Charles-François Lebrun, quienes siguieron en el cargo hasta el 18 de mayo de 1804 (28 de floreal del año XII), cuando un nuevo senadoconsulto proclamó el Primer Imperio y la extinción de la Primera República, cerrando con esto el capítulo histórico de la Revolución francesa.
La bandera francesa y los símbolos de la Revolución
Escarapela tricolor.
Los tres colores azul, blanco y rojo eran ya frecuentes en diversos
pabellones, uniformes y banderas de Francia antes del siglo XVIII. El
azul y el rojo eran los colores de la villa de París desde el siglo XIV,2 y el blanco era en aquella época el color del reino de Francia, y por extensión de la monarquía borbónica.
Cuando Luis XVI visitó a la recién creada Guardia Nacional en el Ayuntamiento de París el 17 de julio de 1790, aparece por primera vez la escarapela tricolor, ofrecida al Rey por el comandante de la Guardia, el marqués de La Fayette.
Unía la escarapela de la Guardia Nacional que llevaba los colores de la
capital, con el color blanco del reino. No fue sin embargo hasta el 20 de marzo de 1790 que la Asamblea Nacional mencionó en un decreto los tres colores como "colores de la nación: azul, rojo y blanco".3
Pero la escarapela no era aún un símbolo nacional, y el primer emblema
nacional como tal fue la bandera diseñada para la popa de los buques de
guerra, adoptada por decreto de la Asamblea Nacional el 24 de octubre de 1790.
Constaba de una pequeña bandera roja, blanca y azul en la esquina
superior izquierda de una bandera blanca. Esta bandera fue modificada
posteriormente por la Convención
republicana el 15 de febrero de 1794, a petición de los marineros de la
marina nacional que exigieron que se redujera la predominancia del
blanco que simbolizaba todavía la monarquía.4
La bandera adoptó entonces su diseño definitivo, y se cambió el orden
de los colores para colocar el azul cerca del mástil y el rojo al viento
por motivos cromáticos, según los consejos del pintor Louis David.
Otro símbolo de la Revolución francesa es el gorro frigio (también llamado gorro de la libertad), llevado en particular por los Sans-culottes. Aparece también en los Escudos Nacionales de Francia, Haití, Cuba, El Salvador, Nicaragua, Colombia, Bolivia, Paraguay y Argentina.
El himno La Marsellesa, letra y música de Claude-Joseph Rouget de Lisle, capitán de ingenieros de la guarnición de Estrasburgo, se popularizó a tal punto que el 14 de julio de 1795 fue declarado himno nacional de Francia; originalmente se llamaba Chant de guerre pour l'armée du Rhin (Canto de guerra para el ejército del Rin), pero los voluntarios del general François Mireur que salieron de Marsella entraron a París el 30 de julio de 1792 cantando dicho himno como canción de marcha. Los parisinos los acogieron con gran entusiasmo y bautizaron el cántico como La Marsellesa.
El lema «Liberté, égalité, fraternité» («Libertad, igualdad, fraternidad»), que procede del lema no oficial de la Revolución de 1789 «Liberté, égalité ou la mort» («Libertad, igualdad o la muerte»), fue adoptado oficialmente después de la Revolución de 1848 por la Segunda República Francesa.
Uno de los acontecimientos con mayor alcance histórico de la
revolución fue la declaración de los derechos del hombre y del
ciudadano. En su doble vertiente, moral (derechos naturales
inalienables) y política (condiciones necesarias para el ejercicio de
los derechos naturales e individuales), condiciona la aparición de un
nuevo modelo de Estado, el de los ciudadanos, el Estado de Derecho,
democrático y nacional. Aunque la primera vez que se proclamaron
solemnemente los derechos del hombre fue en los Estados Unidos (Declaración de Derechos de Virginia en 1776 y Constitución de los Estados Unidos en 1787), la revolución de los derechos humanos es un fenómeno puramente europeo. Será la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano francesa de 1789 la que sirva de base e inspiración a todas las declaraciones tanto del siglo XIX como del siglo XX.
El distinto alcance de ambas declaraciones es debido tanto a
cuestiones de forma como de fondo. La declaración francesa es
indiferente a las circunstancias en que nace y añade a los derechos
naturales, los derechos del ciudadano. Pero sobre todo, es un texto
atemporal, único, separado del texto constitucional y, por tanto, con un
carácter universal, a lo que hay que añadir la brevedad, claridad y
sencillez del lenguaje. De ahí su trascendencia y éxito tanto en Francia
como en Europa y el mundo occidental en su conjunto.