martes, 5 de junio de 2012

Resumen: Guber 2001

Resumen Guber 2001


Guber, Rosana. 2001. "Introducción" y "Capítulo 1". En La etnografía, método, campo y reflexividad. Grupo Editorial Norma, Bogotá. Pp.11-40

Introducción

La etnografía, en su triple acepción de enfoque, método y texto.
Como enfoque la etnografía es una concepción y práctica de conocimiento que busca comprender los fenómenos sociales desde la perspectiva de sus miembros (entendidos como “actores”, “agentes” o “sujetos sociales”).
Las Ciencias Sociales observan tres niveles de comprensión: el nivel primario o “reporte” es lo que se informa que ha ocurrido (el "qué"); la "explicación" o comprensión secundaria alude a sus causas (el "por qué"); y la "descripción" o comprensión terciaria se ocupa de lo que ocurrió para sus agentes (el "cómo es" para ellos). Un investigador social difícilmente entienda una acción sin comprender los términos en que la caracterizan sus protagonistas.

Las etnografías no sólo reportan el objeto empírico de investigación -un pueblo, una cultura, una sociedad— sino que constituyen la interpretación/descripción sobre lo que el investigador vio y escuchó.

Son los actores y no el investigador, los privilegiados para expresar en palabras y en prácticas el sentido de su vida, su cotidianeidad, sus hechos extraordinarios y su devenir. El investigador es un sujeto cognoscente que deberá recorrer el arduo camino del des-conocimiento al re-conocimiento.
Este proceso tiene dos aspectos. En primer lugar, el investigador parte de una ignorancia metodológica y se aproxima a la realidad que estudia para conocerla. Cuanto más ponga en cuestión sus certezas, más dispuesto estará a aprender la realidad en términos que no sean los propios. En segundo lugar, el investigador se propone interpretar/describir una cultura para hacerla inteligible ante quienes no pertenecen a ella.

El investigador social sólo puede conocer otros mundos a través de su propia exposición a ellos.
Esta exposición tiene dos caras: los mecanismos o instrumentos que imagina, crea, ensaya y recrea para entrar en contacto con la población en cuestión y trabajar con ella, y los distintos sentidos socioculturales que exhibe en su persona. O sea, las "técnicas" y el "instrumento". Las técnicas más distintivas son la entrevista no dirigida y la observación participante; el instrumento es el mismo investigador con sus atributos socioculturalmente considerados -género, nacionalidad, raza, etc.- en una relación social de campo.
Es necesidad de los etnógrafos basar su discurso -oral, escrito, teórico y empírico- en una instancia empírica específica repleta de rupturas y tropiezos,  gaffes y contratiempos, lo que los antropólogos han bautizado "incidentes reveladores".

El producto de este recorrido, la tercera acepción del término etnografía, es la descripción textual del comportamiento en una cultura particular, resultante del trabajo de campo. En esta presentación generalmente monográfica y por escrito (más recientemente, también visual) el antropólogo  intenta representar, interpretar o traducir una cultura o determinados aspectos de una cultura para lectores que no están familiarizados con ella. Lo que se juega en el texto es la relación entre teoría y campo, mediada por los datos etnográficos.

¿Qué buscamos entonces en la etnografía? Una dimensión particular del recorrido disciplinario donde es posible sustituir progresivamente determinados conceptos por otros más adecuados, abarcativos y universales.


CAPÍTULO 1.

UNA BREVE HISTORIA DEL TRABAJO DE CAMPO ETNOGRÁFICO

Aquí nos ocuparemos de la tradición antropológica británica y norteamericana que, por su posición académica dominante, modelara la práctica etnográfica en las demás ciencias sociales durante el siglo XX.

I - Los prolegómenos

Inglaterra fue el hogar de los "padres de la antropología".
Establecían leyes de la evolución humana y de la difusión de bienes culturales según los dos paradigmas dominantes en los estudios del hombre y, también, en las ciencias naturales. El evolucionismo y el difusionismo diferían en si  las culturas humanas respondían a una distinta velocidad en la evolución (evolucionismo), o al contacto entre los pueblos (difusionismo), pero no cuestionaban el supuesto de que dichas culturas representaban el pasado de la humanidad.
Usaban material traído por los viajeros, y de los cuestionarios sobre modos de vida de los salvajes, que administraban mediante instituciones particulares y oficiales, imperiales o federales, los comerciantes, los misioneros y los funcionarios.

La que trascendió a la historia del trabajo de campo fue la segunda expedición que también dirigió Haddon, entre 1898 y 1899. En el equipo figuraba W H. R. Rivers, psicólogo, quien sentó las bases del "método genealógico" el cual permitía "estudiar problemas  abstractos por medio de hechos concretos". Este método consistía en pautar el relevamiento de sistemas de parentesco, muy distintos a los occidentales, a través de la alianza y la filiación (Rivers 1975).
Desde entonces, Haddon comenzó a bregar por que en futuras misiones participaran observadores entrenados y antropólogos experimentados.
Así, un período que comenzó con la clara división entre el experto y el recolector, culminaba con la reunión de ambos como base del conocimiento in situ y del prestigio disciplinar.

II. Los héroes culturales

El naturalista alemán Franz Boas y el polaco Bronislav Malinowski son considerados los fundadores del moderno trabajo de campo en Gran  Bretaña y los EE.UU. respectivamente.
Boas sostenía la necesidad de realizar un trabajo intensivo y en profundidad en unas pocas comunidades. Su objetivo era "producir material etnográfico que muestre cómo piensa, habla y actúa la gente, en sus propias palabras", recolectando artefactos y registrando los textos en lengua nativa. Con estos materiales los etnólogos podrían fundar un campo objetivo de estudio; primero el material en bruto; luego la teoría.

En la escuela inglesa instaurada en los 1910-20 por el antropólogo británico A. R. Radcliffe-Brown, hacer etnografía consistía en realizar "trabajos descriptivos sobre pueblos analfabetos", en contraposición a la vieja escuela especulativa de evolucionistas y difusionistas.
La teoría funcionalista sostenía que las sociedades están integradas en todas sus partes, y que las prácticas, creencias y nociones de sus miembros guardan alguna "función" para la totalidad. Esta postura hacía obsoletas la recolección de datos fuera del contexto de uso, y la descripción de los pueblos como ejemplares del pasado.
Los protagonistas de esta "misión civilizatoria" fueron A. R. Radcliffe-Brown, su héroe teórico, y Bronislav Malinowski, su héroe etnográfico.
En Australia y Melanesia comenzó sus estudios de campo sobre parentesco aborigen  cuando lo sorprendió la Primera Guerra Mundial.
Debido a su nacionalidad, Malinowski era técnicamente un enemigo del Reino Unido. Para su resguardo, se sugirió su permanencia en Oceanía. Este virtual confinamiento se convirtió en el modelo del trabajo de campo.
El resultado de este prolongado trabajo fue una serie de detalladas descripciones de la vida de los melanesios habitantes de los archipiélagos de Nueva Guinea Oriental.
Hizo evidente la diferencia entre "describir" y "explicar", y los pasos necesarios para que una descripción no fuera invadida por la teoría y el mundo cultural del investigador.
La introducción de este primer volumen se considera aún como la piedra fundacional del método etnográfico. Malinowski constataba allí que el etnógrafo debe tener propósitos científicos y conocer la etnografía moderna, vivir entre la gente que estudia, lejos de los funcionarios coloniales y los blancos, y aplicar una serie de métodos de recolección de datos, para manipular y fijar la evidencia.
Malinowski identificaba tres tipos de material, y que debían obtenerse mediante tres métodos:
  1. Para reconstruir el "esqueleto"  de la sociedad -su normativa y aspectos de su estructura formal- se recurría al método de documentación estadística por evidencia concreta.
  2. Para recoger los "imponderables de la vida cotidiana y el comportamiento típico", el investigador debía estar cerca de la gente, observar y registrar al detalle las rutinas.
  3. Para comprender el "punto de vista del nativo",  sus formas de pensar y de sentir, era necesario aprender la lengua y elaborar un corpus inscríptionum o documentos de la mentalidad nativa.

Así, la tarea del antropólogo, a quien se empezaba a denominar "etnógrafo", era una labor de composición que iba desde los "datos secos" a la recreación o evocación de la vida indígena.

Sólo el trabajo de campo sin mediaciones podía garantizar la distinción entre la cultura real y la cultura ideal, entre lo que la gente hace y lo que la gente dice que hace, y por consiguiente, entre el campo de las prácticas, y el de los valores y las normas.
El lugar de la vida diaria, al que daban entrada los imponderables, era un punto cardinal que lo diferenciaba de Boas y  de Radcliffe-Brown.
Malinowski fue el primero en bajar de la baranda del funcionario, y salir del gabinete académico o administrativo, para aprender la racionalidad indígena desde la vida diaria.

Otro gran aporte fue mostrar la integración de los datos en el trabajo final, la etnografía.

Malinowski proponía un conocimiento holístico (global, totalizador) de la cultura de un pueblo, pero desde un aspecto o conjunto de prácticas, normas y valores significativos para los aborígenes.
El principal aporte de Malinowski fue, entonces, no tanto la validez de su teoría funcional de la cultura (1944), sino la permanencia de la teoría de la reciprocidad que no perteneció íntegramente a Malinowski sino a su encuentro con los nativos.

La estadía prolongada y la interacción directa cara-a-cara con los miembros de  una "cultura", se transformó en la experiencia más totalizadora y distintiva de los antropólogos, el lugar de la producción de su saber, y el medio de legitimarlo. Su propósito era suministrar una visión contextualizada de los datos culturales en la vida social tal como era vivida por los nativos.

III. La etnografía antropológica y sociológica en los EE.UU.

Margaret Mead hizo su trabajo de campo fuera del territorio continental norteamericano, en Samoa, Polinesia. Criticaba a sus colegas norteamericanos por recolectar sólo textos de boca de algunos informantes individuales o "clave", en vez de registrar el flujo de la vida diaria (Wax 1971). En su obra más difundida, Comíng of Age in Samoa (1928), sobre la adolescencia, se basó efectivamente en el trabajo de campo intensivo y cara-a-cara al estilo malinowskiano.
Pero en los EE.UU. el trabajo de campo etnográfico se desarrolló fuertemente en el departamento de sociología de la Universidad de Chicago, en 1930. Park entendía que para estudiar una gran ciudad como Chicago se debía emplear la misma metodología de los antropólogos con los indios norteamericanos ya que, según él, las ciudades eran una suma de fronteras entre grupos humanos diversos.
Los estudios de las ciudades se centraron en grupos caracterizados por la marginalidad económica, política, cultural y jurídica: los "sin techo", las bandas callejeras, los delincuentes, las bailarinas y las prostitutas, los homosexuales, los delincuentes y los drogadictos, además de las minorías étnicas e inmigratorias (Whyte 1943/1993). A las habituales técnicas de campo etnográlicas, los sociólogos y antropólogos incorporaron técnicas de  otras disciplinas como los tests proyectivos, las encuestas, la evidencia etnohistórica y los cálculos demográficos.
La otra gran área fueron los estudios de comunidad y campesinado de las escuelas antropológicas de Chicago y Harvard. En Chiapas, México, Robert Redfield y Egon Vogt desplegaron su batería etnográfica en poblados de pequeña escala durante largos periodos (Foster 1979).
Los estudiosos de comunidad y de sociología  urbana debieron convertir métodos nacidos del estudio de poblaciones pequeñas para aplicarlos a  sociedades estratificadas de millones de habitantes.

IV. El exotismo de la natividad

Antes de 1960 el trabajo de campo estaba centrado en la tensión de proximidad-distancia entre el etnógrafo y los nativos.
El diario de Malinowski en 1967 relativizaba la posición ideal del etnógrafo, su respeto aséptico por otras culturas, el aislamiento efectivo con otros blancos y el espíritu puramente científico que guiaba los pensamientos del investigador. Movilizó la publicación de otras biografías que, incluyendo o no diarios y notas, se volcaron a desmitificar el trabajo de campo de investigadores asexuados, invisibles y omnipresentes. Se reconocía al etnógrafo como un ser sociocultural con un saber históricamente situado. El primer objetivo de esta desmitificación fue la "natividad" del etnógrafo.
Con la encrucijada histórica de las revoluciones nacionales "hacer antropología" en la propia sociedad se volvió una posibilidad.
Quienes auspiciaban la investigación en la propia sociedad afirmaban que una cosa es conocer una cultura, y otra haberla vivido (Uchendu en Aguilar 1981:20); que el shock cultural es un obstáculo innecesario, y además una metáfora inadecuada que reemplaza con una desorientación artificial y pasajera lo que debiera ser un estado de desorientación crónica y metódica (D. Nash en Aguilar
1981:17).

Como principal instrumento de investigación y término implícito de comparación intercultural, el etnógrafo es, además de un ente académico, miembro de una sociedad y portador de cierto sentido común.

En suma, esta historia muestra que si bien el trabajo de campo se mantuvo fiel a sus premisas iniciales, los etnógrafos fueron reconceptualizando su  práctica, dándole nuevos valores a la relación de campo. En términos del antropólogo brasileño Roberto da Matta, la tarea de familiarizarse con lo exótico se revirtió en exotizar lo familiar. En este proceso el principal beneficiario fue el mismo investigador.

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